Danto se apoya en la idea de que el arte
se estructura según la conciencia histórica de la época; de este modo, defiende
que existe una era con el comienzo y el final del arte.
Danto corrobora la tesis de H. Belting
recogida en Likeness and Presence: A
History of the Image before the Era of Art donde el concepto de arte no
existía como conciencia general hasta 1.400 d.C. Muestra esta idea asentando
que el ser del arte no figuraba en la producción de las diversas obras (imágenes,
relieves, iconos, etc) ya que no mostraban el efecto causado en la vida de las
personas como las obras que reflejan esa concepción, desvaneciéndose así la
idea de un origen milagroso.
Por otro lado, intenta establecer la
conciencia posthistórica que daría lugar a la filosofía actual. Considera que
el paso a la era Moderna se da a partir de Descartes con su regresión al yo
pienso, donde la idea de Danto es que no podemos afirmar si las cosas son
realmente adecuadas a la estructura que nuestra mente requiere para pensarlas.
De este modo, ya no se realizaban meras representaciones del mundo captadas por
el ojo humano sino que las condiciones de las representaciones se tornaban
centrales y el arte se vuelve sobre su propio tema.
Danto reconoce que Greenberg es el más
grande narrador de la modernidad y que si está en lo cierto, es necesario
señalar que el concepto de modernidad no es meramente el nombre de un período
estilístico que comienza en el último tercio del siglo XIX. Todos ellos constituyeron
profundos cambios en el modo en el que el arte representa el mundo, cambios que
se desarrollaron tanto a partir de una reacción contra sus antecesores como en
respuesta a todo tipo de fuerzas extraartísticas en la historia y en la vida.
No obstante, Danto señala que la
modernidad significa, tanto en filosofía como en arte, una noción de
estrategia, estilo y acción. Si sólo fuera una noción temporal, toda la
filosofía contemporánea de Descartes o Kant y toda la pintura contemporánea de
Manet y Cézanne serían modernistas pero de hecho, una buena cantidad de la
actividad filosófica siguió siendo, en términos kantianos, dogmática, del mismo
modo que la pintura académica francesa actuó como si Van Gogh, Gauguin o
Cézanne no hubieran existido.
Danto también critica que en la gran narrativa
de la modernidad que Greenberg desarrolla el surrealismo no tenga un lugar. Siguiendo
a Greenberg, parece como si el surrealismo, como pintura académica, descansara
en expresión hegeliana “fuera del linde la historia”, esto es, que sucedió pero
no fue significativo como parte del progreso. Tal declaración mostraba hasta
qué punto la identidad del arte estaba conectada internamente con esa
narrativa. En la narrativa moderna el arte más allá de su límite, o no es parte
del alcance de la historia, o es una regresión a alguna forma anterior del
arte.
Para Danto, de la misma manera que
“moderno” no es simplemente un concepto temporal que significa “lo más
reciente”, tampoco “contemporáneo” es meramente un término temporal que
significa cualquier cosa que tenga lugar en el presente.
Ese cambio en el concepto de contemporáneo
y la consiguiente distinción nítida entre modernidad y contemporaneidad son
localizados por Danto entre los años sesenta y ochenta. Definiendo el arte
contemporáneo como el arte posthistórico y cuya nota distintiva será su
incapacidad para señalar la posibilidad de una dirección narrativa.
Lo relevante de todo ese paroxismo que
agitó el mundo del arte y la relativa tranquilidad de las tres décadas
siguientes desde los años sesenta es para Danto el hecho de que los artistas y
la gente de mundo del arte en general accediesen a un nuevo nivel de
conciencia.
Usando uno de los ejemplos favoritos de
Danto, no hay nada que marque una diferencia visible entre la Brillo Box de
Andy Warhol y las cajas de Brillo en los supermercados. Además, el arte
conceptual demostró que no necesariamente debe haber un objeto visual palpable
para que algo sea una obra de arte. Esto significa que ya no se podría enseñar
el significado del arte a través de ejemplos. Cualquier cosa podría ser una obra
de arte y si fuera necesario realizar una investigación sobre qué es el arte,
sería necesario realizar un giro desde la experiencia sensible hacia el
pensamiento, esto es, que debe realizarse un giro hacia la filosofía.
Las observaciones de Hegel respecto a las
fases de desarrollo del Espíritu absoluto, “El arte nos invita a la
contemplación reflexiva, pero no con el fin de producir nuevamente arte, sino
para conocer científicamente lo que es el arte”, se ajustan a su noción de fin
del arte, donde en la era posthistórica el arte ha ascendido a la reflexión
filosófica.
Solamente cuando se volvió claro que
cualquier cosa podía ser una obra de arte se pudo pensar filosóficamente sobre
el arte. Entonces los artistas se liberaron de la carga de la historia y fueron
libres de hacer arte en cualquier sentido que desearan, por cualquier propósito
que desearan, o sin ningún propósito. Ésta es la marca del arte contemporáneo.
Pero el verdadero descubrimiento
filosófico es para Danto que no hay un arte más verdadero que otro y que el
arte no debe ser de una sola manera: todo arte es igualmente e indiferentemente
arte. De modo que exista un mundo pluralista del arte donde una crítica no
dependa de una narrativa histórica excluyente, y que tome cada obra en sus
propios términos, en términos de sus causas, sus significados, sus referencias
y de cómo todo esto está materialmente encarnado y debe ser entendido.
A su vez, Danto pone en manifiesto que
dicha pluralidad se ve delimitada por los museos o galerías y que dicha parte
de la infraestructura del arte va a tener que vincularse tarde o temprano con
el fin del arte, para que de este modo el arte desborde los estrechos límites
del museo y de las galerías, penetre en la materia de nuestras vidas y
transforme y perfeccione la realidad del mundo.